Hemos encontrado esta entrevista del Juez de Menores de Granada, Emilio Calatayud, a un diario de tirada nacional en la que nos avisa sobre los cambios en la infancia que él está observando desde su puesto de trabajo.
Aunque no sea un gran especialista en educación, sí es quien mejor ve, juzga e intenta corregir las consecuencias de una educación poco o nada adecuada. Aquí os dejo la transcripción de esa entrevista. Aunque sea larga, no tiene desperdicio...
“Los niños se creen
los sheriff de la casa”.
El juez de menores Emilio Calatayud es
conocido por sus sentencias ejemplares: a los «niños ricos», por ejemplo, les
hace servir comida a indigentes.
En
conferencias, charlas, coloquios, desde el juzgado de menores de Granada donde es
juez titular desde 1988, Emilio Calatayud no se cansa de advertir a todos, a la
sociedad, que los casos de malos tratos de hijos a padres se han disparado en
España. Conocido por sus sentencias ejemplares (decidió que los jóvenes que
infringen las leyes del tráfico acompañen a las patrullas que vigilan las
carreteras, ha obligado a niños de clase alta a servir a indigentes...) compara
esta escalada de violencia familiar con el mismo monstruo de mil cabezas de la
violencia de género. Entre el
20 y 25% de los delitos que juzga son casos de maltrato de hijos a padres.
—¿Esto ocurría hace treinta años?
—No. Se
ha disparado en los cinco
últimos años. Esto antes no ocurría, ni de broma.
—¿Qué tipo de familias lo sufren?
—Nunca he
condenado a un gitano por maltratar a sus padres. Es un delito de clase media-alta y es un delito al que se han
incorporado las niñas. De todos los delitos que llegan a nuestro juzgado, el
20-25% lo protagonizan chicas frente al 75% de varones. Pero en los casos de
violencia familiar ese porcentaje es de un 40-45% de niñas frente al 60-55% de
chicos.
—¿Cuál es el perfil de estos chicos,
precisamente pertenece a clase media alta con más nivel educativo?
—No
conocen los límites; los padres no suele estar de acuerdo en
la educación de los hijos; los padres les dan todo, con excusas del tipo
pobrecito que no pase lo que nosotros hemos pasado»... Influyen también las
amistades y, a veces, el consumo de sustancias.
—¿Estamos ante una plaga de
maltratadores?
«A los chicos se les
habla de derechos pero no de deberes»
—No.
Lo que pasa es que los padres
se ven completamente indefensos. A
los chicos se les habla de derechos no de deberes. Luego están los complejos de
los padres, que hemos pasado del padre autoritario al padre colega de nuestros
hijos. Y otros muchos condicionantes, por ejemplo la pérdida de autoridad
también de la escuela... Ha llegado un momento en que los niños se creen los
sheriff de la casa.
—Usted es de los que piensa, y se atreve
a decir, que no ha ayudado la modificación del Código Civil que suprime el
artículo 154, donde se permitía que los padres pudieran «corregir razonable y
moderadamente a los hijos».
—De hecho, el
pasado año en unas jornadas en Valladolid donde nos reunimos jueces de menores
de toda España, todos, salvo uno, pedimos que se volviese a modificar el Código
Civil para que los padres
puedan corregir moderada y razonablemente a los hijos. Hemos confundido en
este país el cachete con el maltrato. Y eso es una barbaridad. Yo no soy
partidario del cachete, aunque un cachete a tiempo, en el momento justo y con
la intensidad adecuada es una victoria. ¿Cómo evitas que un niño de 15 años
salga de casa a las dos de la noche? Si le dices «quédate en tu cuarto», dicen
que le estás deteniendo ilegalmente.
—¿Es que los hijos creen que sus padres
les tratan mal, por eso reaccionan así?
«Yo no soy igual que
mi hijo, porque soy su padre»
—No, es que no admiten los límites, ni toleran la frustración. Y esa
educación hay que darla desde la cuna, pero no solo los padres sino también los
mensajes sociales. ¡Qué es eso de que todos somos iguales! Pues no, yo no soy
igual que mi hijo porque soy su padre. Yo no puedo corregir a mi hijo, sin
embargo, respondo por lo que haga cuando sale de casa. Eso son barbaridades
del legislador que crean confusión en los padres.
—¿Y qué hace usted con estos casos?
—Primero hay
que agotar todas las vías anteriores: mediadores, terapias... Si realmente el
niño está convirtiendo la vida familiar en un infierno, mi consejo es que los
padres denuncien. Que el matrimonio esté completamente de acuerdo y, si están
separados, el que no tiene la custodia que no moleste. Tras la denuncia, se
valora la situación y se adopta una medida cautelar como la libertad vigilada. Un educador trabaja con el chico, se
le marcan unas pautas, unos comportamientos en casa... Si cumple, no hay ningún
problema. Si no funciona puede llegar al
internamiento en un centro de menores, y eso no es un colegio. A veces se
ha deteriorado tanto las relaciones que es conveniente separar al niño de los
padres. Entonces entran en convivencias con grupos educativos, es decir el chaval sigue
realizando su vida diaria pero está lejos de los padres durante un tiempo.
Cuando no hay remedio es cuando el niño tiene 18 años. En menores se puede
corregir, se les da un escarmiento. Si son mayores de edad, la problemática es
mucho más compleja.
—¿Parece que el maltrato de hijos a
padres es el mismo monstruo de mil cabezas de la violencia de género?
—Sí. Es exactamente lo mismo. He tenido casos de padre
maltratador, la madre ha conseguido separarse y, después, viene el niño y copia
los comportamientos del padre.